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jueves, 28 de mayo de 2009

El “Lucro” en las entidades “sin fines de lucro”

En general a las entidades, empresas, organizaciones que participan de lo que genéricamente denominamos “Economía Social” o “Economía Solidaria”, se las suele englobar bajo el denominador común de “entidades sin fines de lucro” u “organizaciones sin fines de lucro”.-
Para poder ahondar un poco mas en este razonamiento debemos comenzar por definir que es lo que se entiende por “lucro”, y para ello, por ahora nos bastará con establecer que cuando la diferencia entre lo ganado y lo gastado es positiva, se denomina lucro, y cuando es negativa se denomina pérdida, obviamente encontraremos definiciones mas refinadas en el Diccionario de la Real Academia Española o en cualquier libro de economía, pero para los fines de esta nota con lo dicho nos basta.-
Por definición, las “entidades sin fines de lucro” se encuentran, en la concepción tradicional, excluidas de obtenerlo, pero, paradójicamente, si pueden participar, y de hecho participan, de la otra cara de la moneda: de las pérdidas.-
Pero dichas entidades u organizaciones si pueden, y de hecho siempre buscan “beneficios” (Ganancia económica que se obtiene de un negocio, inversión u otra actividad mercantil) con los que pretenden resultar atractivas para sus asociados, y sin embargo a nadie se le ha ocurrido que deberían llamarse “entidades sin fines de beneficio”, muy por el contrario, muchas de ellas son denominadas “entidades benéficas”
¿Por qué entonces esta clasificación ambivalente? ¿Porque deben ser “sin fines de lucro” pero si poder obtener “beneficios”?
Hay quienes sostienen que el “lucro” conlleva una carga negativa, porque es tal cuando la ganancia resulta excesiva o desproporcionada con la inversión o el gasto realizado(muy subjetivo ello por cierto) y que, para liberarse de dicha negatividad, determinado tipos de emprendimientos prefieren denominarse “sin fines de lucro” a fin de investirse de un carácter altruista.-
Pero por mayor altruismo que se posea, a nadie se le ocurriría participar de un emprendimiento, de una empresa que solo tenga como objetivo el obtener “perdidas” (la otra cara del lucro), sino que toda participación asociativa exige como mínimo un cierto grado de “beneficios”
Que estos sean directos o indirectos, poca relevancia tiene, pues lo que se persigue siempre es poder participar de los “beneficios” y en general nadie desea soportar las “perdidas”
Pero además existe otra lógica, tal vez mas contundente: todo emprendimiento o empresa que solo obtenga “pérdidas” está condenada ab initio, al fracaso, dado que, por mas cuantioso que sea su capital inicial, en determinado momento este terminará cesando, y si tal acabarse del capital, no coincide con el objeto societario, el fracaso es una crónica anunciada.-
Por lo tanto, creemos, que resulta fundamental para las “empresas sin fines de lucro” el poder obtener este para poder subsistir y continuar con su razón de ser, toda vez que, volvemos a repetirlo, cualquier emprendimiento que no obtenga una diferencia positiva entre lo invertido y lo obtenido dejará de ser viable.-
Por ende la categorización de “empresas sin fines de lucro” no pasa por la obtención de este o no, cualesquiera que sea la denominación que le demos: ganancia, beneficio, rentabilidad, etc. sino que necesariamente debe pasar por otro lado, y si ello es así, ya no cabría el agregado de “sin fines de lucro” sino otro que las pudiera distinguir.-
Y aquí debemos hacer una digresión necesaria.

A partir del mercantilismo, pero fundamentalmente con el auge del individualismo y el capitalismo, la palabra “lucro” quedó asociada a los rendimientos positivos obtenidos por la inversión de capital.-
Y los poseedores de capital siempre eran individuos, aunque estos actuaran en forma asociada, por lo que, los beneficios se repartían proporcionalmente o según los aportes de capital, es decir que, deducidos los gastos en los que había incurrido el emprendimiento (que incluyen el “salario” de los trabajadores), el “sobrante” (ganancia) iba a parar a los bolsillos de los inversores en la misma proporción que estos habían invertido.-
Ergo, a mayor inversión, mayor proporción en la participación del “sobrante” cuando este existía.-
Para los “no inversores” (obviamente la mayoría de la sociedad), estas ganancias en algunos casos llegaron a parecer exorbitantes, sobre todo cuando no estaban ocultas bajo formas societarias y se veían claramente percibidas por una sola persona, el capitalista.
Tal vez el ejemplo mas claro de ello sean los “prestamistas”, figuras necesarias y no siempre agradables a las que el mercantilismo dio mayor vida y que resultan ser los antecesores de los bancos.-
De forma tal, que en el colectivo imaginario, el lucro quedó asociado a estos personajes y se tiñó de una carga negativa, tal vez mas por envidia que por otra razón.
Establecido el llamado “capitalismo salvaje” y nacidas sus contra caras, las distintas vertientes de lo que podemos denominar genéricamente “corrientes socialistas” a esos emprendimientos que buscaban afanosamente el lucro con sus inversiones se le opusieron otros, a los que, para distinguirlos se los denominó “sin fines de lucro”
Pero ello nunca fue cierto, ni en sus orígenes ni en la actualidad, porque toda empresa u organización que se defina “sin fines de lucro” siempre pretende obtener “beneficios”, “ganancias”, “rentabilidad”, es decir: lucro, so pena, como ya lo hemos dicho de nacer para perecer.-
Que estos se denominen “retornos”, “servicios mutualistas” o como quiera llamárselos no invalida la pretensión de obtenerlos.-
¿Si ambos tipo de empresas, las capitalistas o lucrativas y las denominadas solidarias o sin fines de lucro, deben necesariamente para sobrevivir y brindar servicios a sus “socios” o a sus “asociados” obtener beneficios, rentabilidad, ganancias, en definitiva: lucro, en que se diferencian?
Y aquí creo que nos encontramos con el meollo de la cuestión, que, por distintas razones, fundamentalmente ideológicas y políticas, se ha tratado de ocultar, de no hacer evidente.-
Creemos que necesariamente, todo emprendimiento debe perseguir, y debe obtener, saldo positivo entre sus “salidas” y sus “ingresos”, esto es debe ser rentable, aunque nos gustaría mas denominarla “sustentable” o “autosostenible”
La diferencia entre ambas se encuentra en la forma en que se distribuyen esos saldos positivos:

  • En la empresa capitalista tradicional se apropia de ellos el aportante del capital sin tener en cuenta su participación en la generación de ese saldo positivo, esto es, alguien pone un capital inicial, otros “producen” bienes o servicios a partir de ese capital mediante un costo que se denomina “salario” (que no tiene relación con los beneficios obtenidos), estos se realizan (es decir se venden) y de la diferencia positiva obtenida entre el precio de venta menos los costos de producción (o sea el beneficio, lucro, ganancia, rentabilidad) se apropia solamente el aportante del capital.
  • En la empresa solidaria (mal denominada “sin fines de lucro”) también se parte de un aporte de capital con el que se producen bienes o servicios que también se realizan (venden) pero la diferencia positiva obtenida entre ese producido (venta) y los costos de producción, no resulta apropiada por los aportantes del capital, sino que es ”distribuida” en proporción a la participación en la generación de los bienes y servicios. Nótese que no se ha hecho referencia a que la producción de bienes y servicios implica también un costo denominado “salario” porque aquí no existen personas ajenas a los beneficios obtenidos, es decir no existen “asalariados”.-

Se ha sostenido que si un emprendimiento, una empresa es “no lucrativa” o “sin fines de lucro” casi por definición se convierte en “no competitiva” de las empresas del capitalismo tradicional (S.A., SRL, unipersonales, etc. etc.), lo cual no resulta cierto y hay sobrados ejemplos de ello, baste ver la cooperativa SANCOR en nuestro país o el grupo cooperativo MONDRAGON o las múltiples asociaciones cooperativas vigentes (y exitosas) en los Estados Unidos.
Por ello sostenemos que las “empresas solidarias” han sido intencionalmente mal llamadas “no lucrativas” o “sin fines de lucro”, cuando este debe necesariamente estar siempre presente en ellas para garantizar su continuidad y para tornarlas competitivas, pero también siempre, y necesariamente, la forma de apropiación de ese lucro logrado, por parte de los integrantes de la empresa solidaria debe ser proporcional a su participación en la generación de los recursos y no basarse, como lo hace la empresa capitalista tradicional, solamente en el aporte de capital.-
Creemos que es otra manera de interpretar la redistribución de los ingresos, que no necesariamente implica que sea mejor o peor que la empresa de capital tradicional, pero si necesariamente diferente y diferenciadora y que, fundamentalmente tiene como valor primordial al hombre y su actividad y no al capital.-